Puede que sea el polvo del Sahara o el agotamiento ante la quiebra fiscal pero uno nunca está plenamente preparado para las explosivas líneas de Teatro Breve. Mucho menos todavía si se enfrenta al genio estrogénico del colectivo femenino encabezado por Marisé Álvarez Lucienne Hernández, Isel Rodríguez y Lourdes Quiñones. Una verdadera cuadrilla de demolición. Y se te llegan en plan jevas, la cosa se pone todavía más espesa.
Con esto pareció concurrir la audiencia que llenó el Shorty Castro el 24 de julio de 2014 para la ñapa de "Noche de Jevas" en honor al aniversario del Estado Libre Asociado que tanta materia prima le ha dado al grupo a través de los años (disclaimer: la atribución del significado es mía -perdóname Guanina). Por cada hombre había siete mujeres en la audiencia, de manera que el diálogo fue directo y sin filtro. Desde las modalidades de maquillaje femenino hasta la parodia en la ducha del enjuague testicular. Desde el tripeo de las madres obsesivas a-lo-perpetuo-socorro hasta los desaciertos masculinos del cunilingus ("oye nene, esa lengua no va ahí"). Cada escena más mordaz e irreverente. Terapéutico fue para todos presenciarlo, sin inhibiciones o temores. Aunque pensándolo bien, eché de menos que me hablaran de la anunciada dieta del orgasmo.
De todo el show me quedé con la imagen del Lobby Sound Machine, ese afamado conjunto vocal femenino de cualquier Villa Divorciada (cualquier lobby de hotel sanjuanero con música en vivo), rindiendo tributo a la balada cortavenas noventosa. De las tres canciones la última fue para Ednita, esa diva de Ponce que "sufre y fornica". Para ella fue el tributo de las gargantas (y el baterista) con lenguaje de señas coreografiado: más GRANDE que grande. Y ahi lo dejo. El resto es historia.
Ojalá las jevas vuelvan pronto. Su público así lo reclama.